Giuseppe Badaracco, El Tarot del inconsciente. Abordaje terapéutico transpersonal / Siguiendo la línea de pensamiento de la psicología analítica, es posible afirmar que quienes un buen día se sienten fascinados por el mundo del Tarot están inmersos en el camino del Héroe ...


Aquellos terapeutas fascinados por la obra de Jung que utilizan el Tarot no lo abordan como un sistema mántico sino desde la óptica arquetípica, relacionando los símbolos que integran la famosa baraja y su relación con los mitos descritos por este sabio. 
El Tarot se transformó más de una vez en un poderoso instrumento que nos permitió acceder a aquellas verdades ocultas del psiquismo humano que por uno u otro motivo estaban reprimidas y que salieron a la luz, de repente, ante nuestros ojos. 
Siguiendo la línea de pensamiento de la psicología analítica, es posible afirmar que quienes un buen día se sienten fascinados por el mundo del Tarot están inmersos en el camino del Héroe, uno de los poderosos arquetipos que integran la obra cumbre de la terapia junguiana y que fueron estudiados por estudiosos como el antropólogo Joseph Campbell (famoso por sus análisis profundos sobre cuestiones míticas) o el docto ruso Vladimir Propp (quien se ocupó específicamente del folclore y los cuentos de hadas de su región); ambos corroboraron el resabido apotegma de que el arte en general y la literatura en particular, siempre elabora una única historia, que no es otra que la vida misma del ser humano y sus vicisitudes, repetida hasta el cansancio en una multiplicidad de anécdotas y estilos narrativos. 
Campbell llegó a la conclusión de que hay una serie de elementos básicos que aparecen en la mayoría de los mitos universales, los relatos fantásticos, los filmes, las obtras de teatro, las odas y también cobran vida en los sueños.  Por su lado, Propp,  detalló una treintena de asuntos repetidos,  sus famosas funciones,  que son las que sirven de base al corpus literario. De ambas erudiciones se desglosa que, consciente o inconscientemente, los relatos siempre están en relación con una figura estandarizada que obra como patrón o molde, lo que Campbell llamó acertadamente monomito: la historia originaria de todas las historias que vienen siendo contadas desde que el mundo es mundo, en cualquier situación y en cualquier cultura. 
Indagando un poco más en la cuestión del monomito descubrimos que a la larga, una historia no es otra cosa que un viaje laberíntico. Sea real o imaginario, es una odisea desde el inicio hasta el fin, donde pueden suceder todo tipo de cosas, desde las más previsibles a las más descabelladas. Lo significativo es que el personaje principal de esta aventura (el héroe) sale de su región de confort para introducirse en nuevos horizontes, a la buena de Dios y muchas veces sin saber qué va a sucederle, pero no escatima ninguna clase de esfuerzos con tal de llegar a su ansiado objetivo. 
Ir tras la meta es, para el estadounidense Robert McKee, la búsqueda del destino.  El polémico guionista fue docente de la University of Southern de California y es famoso por sostener un debate en el que argumenta que en toda película el más importante realizador es el guionista o escritor y no el director como se lo quiere ver desde Hollywood. Dice, acertadamente, que el director es apenas un intérprete encargado de llevar a escena un relato, que es en sí mismo La Obra Maestra. El director, es otro actor más –importante sí pero no esencial- del filme, de hecho, un director puede ser reemplazado por otro y la misma obra se seguiría rodando. 
Esa búsqueda a la que refiere McKee, que es el viaje del héroe, siempre está arraigado en el inconsciente colectivo que Jung describiera, y se expresa por múltiples mecanismos, que son los recursos psicológicos de los que podemos echar mano en distintos momentos. Son tantas sus posibilidades como chances tengamos los humanos de intentarlo, pero en el fondo, hay un patrón arquetipal que no se altera jamás, y a él es que pretenden acceder los estudiosos que estamos analizando. 
Lo corroboramos cada vez que leemos un cuento folclórico irlandés y parecemos reconocer algunos universos en común con relatos orientales o de aborígenes americanos: habría como una especie de conocimiento de validez universal que hace posible que en civilizaciones tan distantes en tiempo y espacio reaparezcan una y otra vez elementos o situaciones psíquicas comunes, lo que avalaría la hipótesis psicológica junguiana. 
Por eso, así como los autores deben conocer profundamente los patrones básicos que reaparecen en estas historias –muchas veces los escritores son los mejores investigadores que ha habido del folclore de ciertas regiones- los tarotistas cuando realizan una lectura terapéutica del oráculo también deben tener muchos elementos de análisis sobre ellos, porque serán cruciales a la hora de comprender al consultante. 
La teoría de Jung instituye lo que él denomina inconsciente colectivo, una especie de “herencia psíquica” ancestral compartida por la humanidad en su conjunto, que es innata (todos nacemos con esa herencia y todos nacemos en un contexto en el que está presente desde siempre esta situación) y que pese a ello, no llegamos a ser plenamente conscientes todo el tiempo de su existencia; esa es una de sus características principales justamente: está constantemente obrando y como nos hemos acostumbrado a ello, se ha naturalizado su accionar en nosotros y ni siquiera percibimos que es el que influye en muchas de nuestras decisiones –acertadas o de las otras-, en nuestra experiencia y en el modo en que actuamos.
«La vida se me ha aparecido siempre como una planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en el rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura sólo un verano. Luego se marchita. Es un fenómeno efímero. Si se medita el infinito devenir y perecer de la vida y de las culturas se recibe la impresión de la nada absoluta; pero yo no he perdido nunca el sentimiento de algo que vive y permanece bajo el eterno cambio. Lo que se ve es la flor, y ésta perece. El rizoma permanece.» 
C. G. Jung. Recuerdos, sueños, pensamientos
Los localizacionistas intentan situarlo por debajo del inconsciente personal freudiano. Pero Jung no participaba de posturas científicas localizacionistas extremas así que nunca dejó muy en claro donde se aloja este aparato, si arriba o debajo del inconsciente individual. Son sus seguidores y críticos los que le atribuyeron la cualidad de profundo con la que corrientemente se lo vincula. Lo que sí aseveró Jung es que posee una íntima conexión con los instintos: cierto tipo de insuficiencias fisiológicas, que por no ser satisfechas suelen traducirse en fantasías y con asiduidad se manifiestan a través de representaciones simbólicas. 
«A semejanza de los instintos, los modelos de pensamiento colectivo de la mente humana son innatos y hereditarios. Funcionan, cuando surge la ocasión, con la misma forma aproximada en todos nosotros.» 
C. G. Jung. El hombre y sus símbolos. 
Alicia Onofri, psicóloga junguiana y doctora en Psicología Social por la Universidad Argentina J. F. Kénnedy, en una entrevista al portal Espacio-Tiempo confirma que: 
«El inconsciente colectivo para Jung es la memoria toda de la humanidad que cada uno de nosotros leva adentro. Los seres humanos nacemos todo inconsciente colectivo, es decir con toda la memoria de la humanidad como potencia y como patrón de pensamiento y comportamiento. Los primeros años de nuestra vida los usamos para diferenciarnos y vamos creando, con la ayuda de los padres y el contexto, la Máscara o la Persona que es lo que mostramos a los demás y nos ayuda a convivir en sociedad. 
Pero nosotros no somos solamente la Máscara, si legásemos a creer que somos sólo eso, el inconsciente colectivo nos recordará constantemente que también somos lo que ocultamos. Este inconsciente colectivo se manifiesta a través de diversas formaciones como sueños, síntomas, dibujos, pinturas, mitos, folklore, etc.»
Y nosotros agregamos, a las acertadas palabras de la especialista, que ese inconsciente colectivo incluso reaparece en los Arcanos del Tarot. 
«El inconsciente colectivo es heredado y es particular de la especie. Esto significa que heredamos patrones específicos que en sí mismos están vacíos y que cada uno de nosotros lena de una manera particular, según nuestra historia lo permita. Si nací ser humano no puedo comportarme de otra manera que un ser humano por tener un cerebro determinado. Sin embargo todos los seres humanos somos diferentes. He aquí un ejemplo concreto de lo que es colectivo y lo que es individual.
El concepto de inconsciente colectivo en Jung, entonces es específicamente humano y psicológico, y respondería a un accionar a través de sus patrones de comportamiento que serían patrones, como dijimos antes, que se repiten en la materia, en los vegetales, animales, el organismo humano y el psiquismo.»
Dra. Alicia Onofri entrevistada por Pedro Callegari. 
Pues bien, ¿qué son los arquetipos? ¿Cuál es la relación que tienen con el inconsciente colectivo? ¿Qué tiene que ver todo esto con el estudio del Tarot? 
Los arquetipos serían algo así como los modelos básicos de comportamiento. Las únicas posibilidades existentes, que según algunos seguidores de Jung son 12 y son patrones extraordinarios con enorme poder remanente, que aparecen una y otra vez  de forma inalterada en sueños, mitos, fábulas, cuentos de hadas, así como en todas las cosmogonías y están perfectamente bien representados en los Arcanos del Tarot, cuyos artistas sin duda se inspiraron en ellos para diseñar las cartas. 
Entonces llamamos ARQUETIPOS a los contenidos del inconsciente colectivo. Lo expresa claramente el padre de la teoría: 
«La necesaria y requerida reacción de lo inconsciente colectivo se expresa en representaciones formadas arquetípicamente. El encuentro con uno mismo significa en un principio el encontrarse con la propia sombra. Por otra parte, esa sombra es un paso angosto, una puerta estrecha cuya precaria angostura no puede eludir nadie que descienda a lo hondo del pozo. Pero hay que conocerse a sí mismo para saber quién se es, puesto que lo que viene después de la muerte es, inesperadamente, una ilimitada extensión lena de inconcebible imprecisión, en la que al parecer no hay ni fuera ni dentro, ni arriba ni abajo, ni aquí ni a lá, ni mío ni tuyo, ni bueno ni malo. Es el mundo del agua, en el que flota, suspenso, todo lo vivo, donde comienza el reino del «simpático», del alma de todo lo vivo, donde yo soy inseparable y soy éste y aquél, donde experimento en mí al otro y el otro me experimenta a mí como al yo.»
C. G. Jung. Arquetipos e inconsciente colectivos. 
Para aclarar un poco más este punto, convendría recordar que solamente podemos reconocer algo cuando estamos en presencia de ese algo,  por ende, sabemos que existe la psiquis cuando estamos seguros que los contenidos que ella tiene pueden hacerse concientes. O sea que sólo podemos hablar de inconsciente si nos es factible verificar qué es lo que guarda adentro. Y en esto se basa Jung para elaborar su obra: 
«Los contenidos del inconsciente personal forman parte de la intimidad de la vida anímica del individuo; pero tienen directa relación con algo que engloba a todos e los y permite agruparlos en diferentes categorías o arquetipos.» 
C. G. Jung. Arquetipos e inconsciente colectivos
Las imágenes presentes en los Arcanos cuando son expuestas al consultante mediante una lectura de Tarot permiten transportarnos a un mundo mágico, paralelo al nuestro, y al mismo tiempo muy similar a éste. Porque es un mundo integrado por los mismos patrones universales de los que hablaba este genio. Puntapié inicial para generar un estado de comprensión del problema que dé lugar al cambio. Allí radica la importancia de utilizar este oráculo como un camino de superación personal y vía de acceso a lo transpersonal. 
Existe una natural tendencia en el ser humano a hablar de Jung cada vez que se quiere hablar de arquetipos, aún en personas que no lo han leído. Su obra se ha vuelto tan famosa que reaparece incluso en canciones de rock muy conocidas, pero lo cierto es que esta idea de remanentes arcaicos que el psiquiara suizo menciona y trata de que entendamos que son imágenes primordiales, no han sido comprendidas por todos. Las personas, en la categoría de arquetipo parecen incluir a cualquier figura o imagen mitológica específica, es decir, un motivo determinado (un centauro, por ejemplo). 
Jung una y otra vez salía al cruce de estas reinterpretaciones porque si en realidad fuesen determinados serían conscientes. Y los arquetipos son inconscientes, no son fijos, están muy por detrás de esa idea humana del centauro o de cualquier otra figura mitológica, son la esencia prima que origina esas ideas, y por eso varían constantemente (he aquí por qué cuesta tanto comprender qué son realmente, ya que el común de la gente asocia un arquetipo a un molde o un patrón básico, es decir una especie de objeto que permite producir en serie una misma cosa, como el molde para fabricar galletitas permite que siempre que lo utilicemos podamos obtener cientos de ellas, todas idénticas. Y Jung nos pide un esfuerzo mental, de algún modo nos pide que abandonemos la limitación espacio-lineal para concebir que haya un patrón o molde que varía, que no es fijo, que no es determinado. 
Nos cuesta entenderlo porque todo concientizamos, y los arquetipos habitan el inconsciente colectivo, no son conscientes, no podemos captarlos fácilmente si seguimos los lineamientos de la física clásica materialista. 
Y que los arquetipos fuesen innatos y hereditarios generó acaloradas polémicas, porque era dudoso y no había modo materialista de confirmarlo. No sabemos cómo es que los arquetipos nos son transmitidos por nuestros progenitores, no hay modo de hilvanar la cosa hasta encontrarnos con su origen, y ello reabre el debate filosófico, ¿existe el origen? ¿El mundo se creó, fue creado por alguien, autocreado? La teoría junguiana pone en jaque muchas posturas científicas y religiosas asumidas como valederas. 
Sin embargo, y volviendo al tema de los arquetipos: el solo hecho de que estén emparentados con los instintos, de los que no dudamos pues podemos probarlos, permitiría elucubrar que serían transmitidos generacionalmente como alguna clase de ensueño o fantasía que dichos instintos producen. Por allí podría venir la cosa. 
Cada vez que un consultante observa fijamente –y con el ejercicio de concentración necesario- alguna de las imágenes del Tarot, un estremecimiento parece recorrerle por la columna vertebral. Existe una natural tendencia a elegir algunas… sea por seducción o por displacer. Pero hay Arcanos que le generan emociones encontradas, algunas cartas gustan, otras no tanto, ciertos naipes parecen familiares, con otros no se quiere saber nada. 
Muchas personas se asustan con El Diablo, La Muerte, La Torre, hasta casi entran en pánico pensando que son cartas negativas y que auguran proféticamente algo malo. Otras, por el contrario, tienen tendencia a elegirlas y con fuerza de voluntad hasta suelen justificar un por qué, o no… solamente se dejan guiar por los instintos. Es como si el consultante oyera una vocecita interior que lo lleva a tomar partido por determinados naipes. Aún cuando sea su primera consulta con este oráculo. 
La elección de las cartas es algo personal, subjetivo e indemostrable; en cierto modo es como elegir un arquetipo, no sabemos si elegimos nosotros o nos elige él, “nos llama”, nos dice “escógeme, soy tuyo, te represento”. Por ello no podemos tener en cuenta estas sensaciones que se producen con la elección de los Arcanos a la hora de establecer un parámetro científico. Queda –si se quiere- inmerso en medio del método estadístico y por ello, sujeto a múltiples interpretaciones. 
En otras ocasiones sucede que, el consultante al observar los Arcanos puede identificar imágenes psicológicas que tienen fuerte presencia en su vida: su padre, su madre, sus abuelos, su sociedad, su cultura, incluso sus tendencias en uno u otro sentido. 
Y aunque suele ser muy grande la negación que a veces realizamos de nuestros verdaderos defectos, también nos permite explorarlos y reconocer que una de las salidas puede ser nuestra integración con esas zonas oscuras. 
Por eso, tanto los tarotistas como los consultantes, una vez que utilizamos esta ancestral vía de autoconocimiento iniciamos el camino del héroe al que referíamos en el inicio del capítulo. Pero como para entender los mitos hay que relacionarlos con los ritos, convendría aclarar que la mayoría de las teorías literarias toman el concepto de Jung asociado a los rituales de iniciación de las sociedades primitivas que reaparecen en la épica tradicional y continúan en vigencia en nuestros días.

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