Elie Alta, El Tarot Egipcio. Sus símbolos, Sus números, Su alfabeto / Si el Tarot, en sus arcanos mayores y sus arcanos menores, representa al ser humano y al universo en sus manifestaciones, el ser humano es a su vez un Tarot viviente ...


EL TAROT, EL SER HUMANO Y EL UNIVERSO.
Al publicar este nuevo tratado sobre el Tarot no nos proponemos agotar un tema que también se deja interpretar universalmente y que se adapta tan fácilmente a toda clase de combinaciones filosóficas. Estamos obligados a dar nuestra idea sobre la interpretación del Libro de Thot, como lo llamó Etteilla, y a hacer justicia a este primer cartomántico que, a continuación de Court de Gébelin, ha hecho revivir estas clavículas egipcias. Se le puede reprochar haber colocado a su modo las figuras de los arcanos mayores, de haber incluso creando nuevas imágenes. Pero resulta imposible dejar de reconocer su gran intuición y sus deducciones, un poco demasiado vagas, sin duda, pero que sirvieron de fundamento a los que más tarde rectificaron sus errores.
Por lo demás, Etteilla nos servirá esencialmente para el estudio numérico del Tarot, pues es ahí donde su esfuerzo resulta más interesante. Reproduciremos una parte de su obra explicando su manera de interpretar el Tarot, lo que no se ha hecho desde que su discípulo y continuador, d'Odoucet, publicó su libro. Estamos seguros de interesar a todos los aficionados a la lectura de las 78 láminas llamadas Rueda del destino, ya sea porque estudien para distraerse o por el beneficio que comportan sus conocimientos ocultos.
No queremos extendernos sobre la parte metafísica del Tarot, pero estamos obligados a proporcionar lo esencial para que el lector pueda, gracias a sus facultades intelectuales, dar la máxima extensión al significado de cada lámina.
Con todo, debemos dar aquí nuestra opinión sobre lo que pensamos de la mayoría de nuestros ocultistas modernos. Todos han interpretado este juego mezclando en él las antiguas concepciones y las nebulosidades gnósticas medievales. De hecho, casi todos han contado con un caudal pagano para edificar su misterioso sistema que, una vez conocido, ¡otorga poderes extraordinarios no menos misteriosos!...
El sistema de este juego nos parece más sencillo, y el resultado de las especulaciones de las que ha sido objeto nos recuerda el del orgullo que ha perdido al hombre espiritual para convertirlo en un farsante. Comparar la obra divina con la obra humana, o establecer alguna analogía entre este mundo y el mundo celestial es una locura. Por eso hay tres cartas cuyas figuras deben mostrarnos por su simbolismo la tesis final de este juego. La primera, El Mago, nos muestra que todo lo que el ser humano puede hacer no será más que prestidigitación o ilusión, y que la enseñanza que reciba esconderá la verdad. observad bien al Mago, ¿no parece ignorar que él mismo está compuesto de esta naturaleza que tiene delante de él, representada por la mesa y los elementos que hay en ella? ¿No es la situación del ser humano que se atribuye a sí mismo todo lo que no es más que el producto de su naturaleza perdida?
La segunda carta: El Loco. La locura inconsciente, pero también la sabiduría tomada por la locura. Humanidad de dos caras, el Bien y el Mal, y conflicto aparente cuya razón sólo puede conocer el espíritu mediante la Fe.
Pero con una tercera lámina el Tarot nos anuncia que todas estas ilusiones o locuras del ser humano serán segadas por la muerte, pues todo termina en este mundo y para el sabio el verdadero progreso se encuentra en el mundo espiritual de la inmortalidad. La muerte es la realización temporal de los cambios que se producen en los tres mundos, y que se entienden por la vida del espíritu, la del sentimiento o del corazón y la de los sentidos inferiores.
El Tarot concluye así: el Ser humano, la Locura y la Muerte. He aquí lo que deberemos encontrar en la síntesis de los arcanos mayores y lo que se analiza enteramente en los arcanos menores.
Al darse cuenta de que el número y la forma son inseparables de la signatura del Verbo, los egipcios vincularon a cada una de las
22 cartas principales una letra del alfabeto hebreo. Por esa razón encontramos en el Tarot una figura, un número y una letra. Como todo nos viene del cielo, el Tarot desciende de allí directamente con las letras, pues según la leyenda las del hebreo se encontraban entre las estrellas o, mejor, se desprendieron del mundo divino.
Junto con ellas, las letras aportaron las signaturas celestes que influyen en nuestro mundo y producen la vida en su superficie. Hay 7 letras llamadas dobles que representan el mundo de los planetas, después 12 letras llamadas simples que simbolizan los 12 signos del zodiaco que el sol recorre durante las cuatro estaciones. Por último, quedan 3 letras llamadas las tres madres que están vinculadas a nuestras tres cartas: el Ser humano, el Loco y la Muerte.
El mundo de los 7 planetas es un simbolismo físico real que representa la materia en general en todas sus manifestaciones vitales de mutación, de cambio. Los elementos animados por el espíritu que les dirige se presentan bajo las apariencias engañosas de este mundo.
Los 12 signos representan el periodo y los periodos de estas mutaciones que vegetan entre las que, no lo olvidemos, se incluye el ser humano. Estos periodos son las cuatro estaciones durante las cuales el sol recorre estos 12 signos. La astrología que engloba el cuerpo humano con el de la tierra también ha rodeado al ser humano con los doce signos del zodiaco, de tal manera que cada parte del cuerpo se corresponde con un signo. Por último, los planetas no son más que las virtudes de su alma o la gracia que ha recibido para poder dominar sus inclinaciones, resultado del desequilibrio elemental atávico que lleva en sí mismo. En el Tarot también encontramos las siete virtudes. Aparte del número, la letra, la figura y el nombre de cada carta, el Tarot nos proporcionará:
1° Las influencias de los temperamentos y las virtudes.
2° Los doce periodos del año.
3° Los cuatro periodos de la vida.
Gracias al pensamiento el ser humano se puede liberar de este mundo, pero permanece unido a la tierra que le lleva por el espacio junto con todas las vidas que se encuentran en su superficie. Por su movimiento, le hace sufrir todas las modificaciones vitales del cuerpo, que se cumplirán según la fórmula de su constitución elemental y el lugar que habita, como la planta que vegetará según su naturaleza, el clima y el terreno en el que esté sembrada.
Pero la constitución del ser humano actual no es más que el resultado de una primera voluntad que determinó todas las intenciones creadoras egoístas de los reinos terrenales, que el primer hombre llevaba en sí y que obedecían a su voluntad. Pero mientras las ondas de esta voluntad y de este deseo descendido en todos los reinos de su constitución y, por ello, en los de toda la naturaleza sembrando en ella la revuelta, y hemos de presumir que hasta el último de estos deseos, la humanidad estará condenada a sufrir el suplicio de los conflictos de esta vida. Entendámoslo bien, el ser humano que vemos no es el verdadero ser humano, como tampoco nuestra tierra es la que fue creada en seis días. De manera que nos acercamos a una verdad brutal; el Tarot no sería más que la historia del ser humano degradado, perdido por su orgullo y el Mago nos ocultaría un profundo secreto.
¿Por qué aparece el Mago al comienzo de un tema tan grandioso como el de la vida universal representado en el Tarot? ¿Quiere esto decir que este mundo no es más que ilusión y engaño? Exactamente eso. Existen dos vidas, una invisible y otra visible, una mortal y otra inmortal, igual que hay dos seres en cada uno de nosotros, con el alma animal procedente de la tierra y el espíritu emanado del cielo o alma inmortal. También hay dos justicias, la de los seres humanos y la de Dios, igual que hay siempre una parte de la tierra que vive de noche y otra en la luz. Si nuestra alma ha estado vinculada a nuestro cuerpo desde el nacimiento, el destino nació desde el instante en el que el ser humano transgredió la voluntad divina. Pero Adán tenían en su rostro el soplo divino, sólo su cuerpo debía sufrir la suerte de la muerte material y su alma volver a la inmortalidad. Desde ese momento, el Hijo de Dios equilibraba el pecado original y el nuevo Adán fue anunciado al pecador. Por eso desde que comenzó el tiempo del dolor y de los cataclismos, hubo hombres elegidos por Dios para enseñar a sus descendientes el verbo renovador del primer Adán que tiene la responsabilidad de sostener a la humanidad. Desde el principio estaba escrito que no habría paz entre los seres humanos sobre esta tierra y que la enseñanza sagrada estaría siempre enfrentada la de los progresistas humanistas.
Sin duda, parece que tenéis razón, todos los materialistas, razonadores del bienestar colectivo, comunistas de todas las categorías, y os doy la razón: hay un engaño sagrado que se dirige al alma es la luz que brilla en las tinieblas aunque no el sol cuyo resplandor nos oculta las estrellas y que propicia las fugitivas felicidades de esta existencia, dejando casi siempre en nosotros los dolores y los tormentos, patrimonio de esta vida.
Esta enseñanza grandiosa de justicia y de bondad que permanece desde los miles de siglos encima de los osarios sangrantes de la humanidad no se dirige, repetimos, más que a las almas para salvar las del naufragio de la vida y conducirlas a la paz inmortal. Tal es, en parte, nuestra opinión sobre el Tarot filosófico; la desarrollaremos en una obra especial.
Expliquemos, para terminar este prefacio, cómo se puede co- nocer el futuro mediante el Tarot.
No sabremos del porvenir más que lo que debamos conocer. La Providencia ha previsto todas las cosas, el drama que se juega en el escenario del mundo está arreglado y fijado desde el comienzo de la cristalización de nuestra tierra, y no podemos conocer más que lo que nos concierne o está incluido lejos o cerca de nuestro destino. El conjunto, por lo demás, está señalado por el carácter de nuestro temperamento y los signos de nuestro cuerpo que son formas y líneas.
Al haber sido creado a partir del polvo de la tierra, el ser humano posee en sí mismo toda la creación: el cielo, la tierra, las plantas y los animales. Es un animal animado por el soplo que Dios insufló en su rostro y como el cerebro es el asiento del alma, recibió de Dios su alma espiritual y su imagen. Así se convirtió en el amo de toda la naturaleza que se condensó en su compañera Eva. El mundo estaba en él y él lo dominaba. En él estaba el pájaro que recorre el espacio, símbolo de la inteligencia y de la rapidez del espíritu; en él también estaba el tranquilo pez, unas veces luchando contra la corriente o dejándose llevar por ella. Tenía la fuerza y la potencia del león, que es la del fuego que fecunda y domina, y la calma del toro en los extensos pastizales del paraíso terrestre donde la naturaleza producía todas las cosas. El ser humano era un pequeño universo que tenía poder sobre el gran universo. Perdió este poder, pero guarda de él el recuerdo y se ha vuelto negativo en su primera constitución, igual que la tierra es negativa en relación con la tierra del cielo.
Pero el ser humano sigue siendo un microcosmos, es decir, un ser compuesto de los mismos elementos primitivos en movimiento inverso. En él habita lo binario, pero su mal no es más que un bien menor exigido por la falta que precisó su destino, dejando a su conciencia y a su alma toda su libre voluntad espiritual, de manera que, vencida en esta lucha contra los defectos del cuerpo y las aspiraciones del alma animal, todavía puede seguir siendo dueña de sí misma, dominar el mal y obtener misericordia por su íntima negativa.
Sin la luz del alma espiritual, el alma animal carece de vida moral e intelectual. Pero la mayoría de las veces se otorga todo el valor de sus obras. Aquí abajo no participa más que en las realidades tangibles de esta vida de adversidades, realidades que deben servirnos de riguroso punto de apoyo para alcanzar la vida inmortal.
Así, el ser humano es doble: noche y día, bien y mal, etc.. Triple por su inteligencia, cuádruple por su fuerza material, séptuplo por el poder de su desplazamiento y sus facultades creadoras y destructoras, pero se encuentra incluido en el movimiento de la creación y de la justicia divina que es su ley, el misterio y la fe que son el fundamento de toda la obra divina.
Si el Tarot, en sus arcanos mayores y sus arcanos menores, representa al ser humano y al universo en sus manifestaciones, el ser humano es a su vez un Tarot viviente. El adivino consultado es también un Tarot que va a interpretar las cartas tiradas por quien demanda la consulta. Pero ¿quién tira las cartas del Tarot? ¿Quién las mira para poderlas escoger?, pues el azar es una palabra. Simplemente es nuestra alma animal con el permiso de nuestra alma espiritual. ¿Se trata de oraciones, de profunda meditación, lo que vamos a pedir. consejos de abstinencia o de ayuno, mortificaciones? No, son los deseos de nuestra vida inferior que nos revelan todo lo que está dispuesto de antemano, y que a veces sirven para los engaños de los estafadores de la adivinación, bestias y malvados de la pobre humanidad, que especulan sobre las ambiciones ingenuas,.
¡Cuántas cosas sencillas en sí mismas son en la actualidad objeto de discusiones filosóficas y de gruesos volúmenes de 500 páginas en los que cada autor creía haber encontrado la felicidad de la humanidad en este mundo o la razón humana de sus adversidades!
El Mago, la Locura y la Muerte: he aquí sin duda la verdad de este mundo visible.

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