Karl Kerényi, La religión antigua / La diversidad de formas que presentan estos particulares «mundos» no demuestra, sin embargo, sólo la riqueza de formas del arte o de la religión, sino una riqueza de formas fundamental: la del mundo de los seres humanos ...


Nada en el mundo nos autoriza a suponer de entrada que la experiencia religiosa de los griegos fuese en todo idéntica a la de cualquier otro pueblo, aunque fuera sólo a la de los romanos, y que no tuviese sus rasgos característicos. Quien se dedica al estudio de las religiones y, lógicamente, proviene de una única religión, la de su infancia o de su ambiente más temprano, descubre al principio con asombro todo cuanto en la historia de la humanidad ya ha sido religión. Cuando se aproxima a los fenómenos religiosos como erudito e investigador, le parece que la religión constituye un mundo para sí. Esta concepción puede apoyarse en la analogía con otra manifestación de la historia de la humanidad: el arte también constituye un mundo para sí
La diversidad de formas que presentan estos particulares «mundos» no demuestra, sin embargo, sólo la riqueza de formas del arte o de la religión, sino una riqueza de formas fundamental: la del mundo de los seres humanos. Esta riqueza se muestra en el tipo de la religión y en el del arte. Se trata de ir más allá en la abstracción, que exige suma prudencia, cuando decimos en el arte se manifiesta lo artístico. El talento artístico del ser humano se manifiesta de esta manera, y la existencia humana tiene -en contraposición a la vida animal- la cualidad de ser una existencia artística. No todos los seres humanos participan de la manera uniforme de la posibilidad artística inherente al ser del hombre. Lo artístico es una cualidad irreductible, diferenciable de todas las otras cualidades, que además del arte hace posible también una ciencia del arte, pero no es una cualidad adicional que no esté dada de entrada en el ser del hombre.
Lo religioso también es una cualidad de esta índole. Hay seres humanos y ha habido pueblos con talento religioso en diversas gradaciones. El talento religioso y la experiencia religiosa parecen tener en el transcurso de la historia humana la misma relación que el talento artístico y la experiencia artística. Esta presupone un mínimo de talento artístico. Sin un mínimo de talento religioso no se puede esperar una experiencia religiosa: uno pertenece a la otra, y ambos se basan en esa posibilidad inherente al ser del hombre para la cual no disponemos de mejor palabra que la religiosidad. Sin embargo, en la historia de la humanidad, ningún talento se ha confirmado todavía fuera del estilo de una determinada existencia, en el sentido que utilizo la palabra en este libro. Nuestra tarea se limita aquí a comprender la religión griega y la romana como los tipos de experiencia religiosa propios de los griegos y romanos, que corresponden a diferentes talentos religiosos.
A pesar de la importancia de lo festivo a la hora de juzgar las dos religiones antiguas, de entrada habrá que tener en cuenta dos circunstancias: en primer lugar, que en el carácter festivo de las religiones es posible encontrar diversos matices y, en segundo lugar, que la influencia de la religión griega se hizo particularmente patente en la formación de las fiestas romanas, sea de forma directa, sea por mediación etrusca. Por otra parte, no obstante, las expresiones lingüísticas de la religión romana -a diferencia de los nombres de las fiestas- presentan, en las denominaciones elementales, tal originariedad frente a las griegas que un estudio comparativo debe ponerlas en primer plano aunque se trate también continuamente de lo específicamente griego.

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