Karl Kerényi, En el laberinto / Si de esta manera, en lo recóndito de lo explicado, algo permanece inexplicado -así el inconsciente conocimiento que la vida tiene de la existencia de una solución-, en ello reconoceremos un misterio todavía por esclarecer que, aunque inexplicado, nos enriquece ...


Estudios sobre el laberinto: el laberinto como reflejo lineal de una idea mitológica
«Se despierta el anhelo de aproximarse hacia este abandonado, casi olvidado, nusterio de la vida....» Henriette Roland Holst
1. Problema-Misterio
Con el problema del laberinto se da una circunstancia singular; circunstancia común a la mayoría de los problemas de la investigación mitológica, tan pronto como los cuestionamos seriamente. No existe ninguna solución para hacerlos desaparecer del mundo. Son misterios en el sentido en que un excelente intérprete de poesía hermética puede enfrentar recíprocamente, «misterio» y «problema»: «Éste debe ser resuelto; si así ocurre, habrá desaparecido. Aquel otro, en cambio, debe ser vivido, respetado e integrado en la propia vida. Un misterio que se resuelve con una explicación, nunca lo ha sido. El misterio auténtico se resiste a la "explicación"; y no porque rehúya el examen con algunas dobles verdades, sino porque su esencia misma no permite resolverlo de un modo racional. Pero pertenece a la misma realidad a la que también pertenece lo explicable, y mantiene una relación de absoluta lealtad con la explicación. Recurre a ella, y su labor consiste precisamente en detectar dónde está lo verdaderamente inexplicable».
Mitologemas, figuras divinas, o símbolos religiosos no pueden resolverse como si fueran problemas, sino sólo ser atribuidos a ideas, a arquetipos, figuras originarias -o como se les quiera llamar-. ¡Éstas, como suele pasar con los auténticos misterios, nos seguirán ocupando! A la pregunta por el significado de las leyendas, dibujos y costumbres relativas al laberinto, Brede Kristensen, gran e intuitivo investigador de las religiones de Leiden, dio una sencilla respuesta: el inframundo. ¿Realmente se resuelve con esta palabra el misterio del laberinto? Al contrario: los laberintos, expresados mediante relatos, o plasmados en representaciones plásticas o a través del movimiento, son más conceptuales, más arquetípicos, son formas más originarias que un inframundo no tan misterioso, aunque en sí mismo amorfo. Una explicación que abandona la forma estructurada a favor de la informe -ya sea a favor de una realidad anímica o de un concepto- renuncia precisamente a lo esencial. Kristensen fundamenta su interpretación en el hecho de que el laberinto «con sus sinuosidades y caminos equívocos, en los que nadie encuentra la salida», sólo puede ser una imagen del reino mismo de los muertos. ¿Pero es esto lo realmente característico en las representaciones de los laberintos y no el hecho de que en sus muchos recodos sí se encuentre la salida? ¿Y no es precisamente más esclarecedora esta particularidad del reino de los muertos y no, en cambio, la denominación de «inframundo» como esencia del laberinto?
En lo sucesivo, como principio básico, se preferirá que en ningún intento de explicación se pierdan de vista las representaciones gráficas de los laberintos, así como el material no gráfico -pensamientos, relatos o figuras de danza- sólo se interpretará en la medida en que haya sido efectivamente transmitido como tradición. Si de esta manera, en lo recóndito de lo explicado, algo permanece inexplicado -así el inconsciente conocimiento que la vida tiene de la existencia de una solución-, en ello reconoceremos un misterio todavía por esclarecer que, aunque inexplicado, nos enriquece.

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