José Carlos Bermejo, Introducción a la sociología del mito griego / «El mito es un instrumento de reducción de tensión, un sistema vital para lograr el mantenimiento de la salud mental humana» ...


Es sabido que Jung fue un discípulo de Freud y que posteriormente llegó a disentir de su maestro, debido a que ambos llegaron a tener una concepción del subconsciente fundamentalmente diferente. Pero lo que nosotros nos interesa de su obra es el tratamiento que le dio a sus símbolos y, en consecuencia, a los mitos. 
Jung, al contrario que la mayoría de los psicoanalistas, concede primacía a la Historia en la interpretación del símbolo. Y da al mito un cierto valor gnoseológico, comparándolo incluso con la ciencia. Postura que, como ya vimos, era la de Grote, Malinowski, Jensen, Leenhardt y Lévi-Strauss. En su concepción «es en primer lugar la Historia la que en la actualidad nos permite disponer en conjuntos ordenados la ilimitada cantidad de materiales empíricos y conocer la significación funcional de los contenidos colectivos del inconsciente». Y «el simbolismo mitológico es un proceso cognoscitivo en la fase mitológica». Por ello existe una «afinidad entre la mitología y la ciencia. El carácter espiritual de la mitología le permite, como a la ciencia, ver más allá del fenómeno aislado. Un mitologema habla, actúa y sirve por sí mismo, como una teoría científica o una creación musical, y, hablando de un modo general, como toda verdadera obra de arte». 
El inconsciente, en Jung, además de ser colectivo y social, «es naturaleza que nunca engaña, sólo nosotros nos engañamos». Pero es algo distinto a un recipiente que pudiese contener los símbolos comunes a toda la humanidad a través de los tiempos. No se trata entonces de que los símbolos sean representaciones heredadas, «sino de una disposición funcional a producir representaciones iguales o análogas».
Ahora bien, su trabajo con símbolos, a los que maneja y da un significado, no es válido para nosotros a nivel general porque Jung actúa como lo que es: un médico. Y por ello utiliza estos símbolos con un fin práctico, sin pretensión teórica alguna y sin querer afirmar nada definitivo acerca de las culturas que los crearon. En algún caso particular su interpretación de un símbolo podrá servirnos para el caso griego, pero en la mayor parte de ellos deberemos abandonar sus conclusiones. 
Jung describe en sus obras lo que él llama el proceso de individuación. Esta operación consiste en ordenar un conjunto de símbolos con un fin práctico, la curación de un enfermo. Actuar de este modo es lícito en el terreno psicoterapéutico, pero no en el histórico. Y por ello la aplicación literal de su método al mito griego ha resultado un fracaso. Este proceso, que se va desarrollando a lo largo del proceso terapéutico, se produce también, aunque en forma algo diferente, a lo largo del desarrollo de la infancia del individuo. 
Jung reconoció siempre las limitaciones de su método. Pero algunos de sus discípulos comenzaron en seguida a olvidarlas, como, por ejemplo, Joseph Campbell, autor de un libro muy ambicioso. En él traslada el método jungiano del terreno concreto al abstracto y afirma que la función del mito se limita únicamente a la construcción del proceso citado. 
En su estudio, naturalmente, sólo utiliza unos pocos mitos, que interpreta de forma más o menos arbitraria, para encuadrarlos en el marco de su hipótesis. Y como en los casos anteriores, tenemos que, si bien sus interpretaciones pueden ser acertadas en algún caso particular, deben ser abandonadas a nivel general. 
En relación con la metodología psicoanalítica está, dentro del campo de la psiquiatría, un método terapéutico que posee gran interés para el análisis del mito: la antipsiquiatría. 
Para sus defensores, la enfermedad mental no tiene un origen único en el individuo, sino que en su formación desempeña un papel fundamental la sociedad. Este tipo de enfermedades son concebidas por ellos como la reacción que un individuo se ve obligado a adoptar en unas circunstancias concretas en las que incide sobre él una presión social negativa muy fuerte. Si esa presión desaparece, con ella lo hará la enfermedad. 
Aunque aparentemente la antipsiquiatría no tiene nada que ver con los mitos, si examinamos la cuestión con cuidado observaremos que esta teoría pone muy claramente a la luz las raíces sociales de la razón y las formas de pensamiento en general. Y por lo tanto del mito. 
Este último actúa, dentro de las sociedades que lo poseen, como un medio de adaptación del individuo a la sociedad, o, como dice Morris Freilich: «El mito es un instrumento de reducción de tensión, un sistema vital para lograr el mantenimiento de la salud mental humana».
Esta metodología psiquiátrica entonces, aunque carece de utilidad técnica para nuestro trabajo, es para él de interés en tanto que señala el origen social del pensamiento, y por lo tanto del mito. 
Pero esa afirmación no es exclusiva de ella, pues hace ya algún tiempo la había propuesto Marcel Mauss al estudiar en una serie de artículos los orígenes sociales de todas las categorías mentales, incluso de aquellas que podrían parecer más personales, como, por ejemplo, la del ego
Tenemos entonces que la razón no depende del individuo, sino de la sociedad, y que no existe la sociedad en abstracto, sino, en el caso de la Historia, sociedades diferentes según el espacio y el tiempo. Ellas son las que configuran el pensamiento y el mito. Y ambos sólo resultan plenamente inteligibles si los insertamos en ellas. Volvemos a insistir, tras pasar revista a los métodos psicoanalíticos, en lo que ya había indicado Malinowski, que el mito posee una función social y que solamente es inteligible a partir de ella.

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