Stanislav Grof, La mente holotrópica / Las antiguas culturas preindustriales tenían en gran estima a los estados no ordinarios de conciencia, los consideraban instrumentos eficaces para conectarnos con las realidades sagradas, con la naturaleza y con los demás y, en consecuencia, los empleaban para detectar las enfermedades y para curarlas ...
La psicología profunda y la moderna investigación sobre la conciencia están en deuda con el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. El trabajo clínico sistemático realizado por Jung a lo largo de su vida le llevó a la conclusión de que el modelo freudiano del psiquismo humano era demasiado estrecho y limitado. Jung nos ha ofrecido evidencia convincente de que para comprender la verdadera naturaleza del psiquismo debemos ir mucho más allá del inconsciente biográfico individual.
Una de las contribuciones más conocidas de Jung es la noción de «inconsciente colectivo», un inmenso almacén de información sobre la historia y la cultura humana que descansa en la profundidad del psiquismo de todo ser humano. Jung también identificó y describió los efectos sobre el individuo y la sociedad de ciertos modelos dinámicos fundamentales, una especie de principios organizativos primordiales del inconsciente colectivo y del universo en general, a los que denominó «arquetipos».
Las investigaciones de Jung sobre la sincronicidad —que más adelante estudiaremos en detalle— resultan especialmente interesantes. Jung descubrió la presencia de ciertas coincidencias significativas entre acontecimientos psicológicos individuales —como los sueños y las visiones, por ejemplo— y diversos aspectos de la realidad consensual. Estas coincidencias, que no pueden explicarse en términos de causa y efecto, sugieren que el psiquismo y el mundo material no son dos entidades separadas, sino que, de algún modo, están estrechamente relacionadas. Las ideas de Jung no sólo constituyen un reto para la psicología sino también para la visión newtoniana de la realidad y para la filosofía de la ciencia occidental porque demuestran que la conciencia y la materia se hallan íntimamente unidas de un modo que el poeta William Butler Yeats debía tener en mente cuando decía que «no podemos separar al bailarín de la danza».
Los avances realizados en el campo de la física coincidieron con el descubrimiento del LSD, y la investigación con sustancias psicodélicas abrió caminos revolucionarios para el estudio de la conciencia humana. La década de los cincuenta y de los sesenta se vio convulsionada por el resurgimiento del interés por las filosofías y las prácticas orientales, el chamanismo, el misticismo, la psicoterapia existencial y la exploración de las profundidades del psiquismo humano.
Por otra parte, el estudio de la muerte y de los moribundos nos ha proporcionado datos excepcionalmente interesantes sobre la relación existente entre la conciencia y el cerebro. Ha renacido también el interés por la parapsicología, especialmente por la investigación sobre la percepción extrasensorial (PES), y también han aparecido nuevas técnicas de alteración de la conciencia, como la deprivación sensorial y el biofeedback, por ejemplo, que nos han ofrecido una gran cantidad de información sobre el psiquismo humano.
El denominador común de todas estas investigaciones fueron los estados no ordinarios de conciencia, un área desatendida no sólo por la ciencia sino también por toda la cultura occidental. Habíamos hecho hincapié en las dimensiones racionales y lógicas, habíamos sobrevalorado el estado sobrio de la mente, pero, al mismo tiempo, habíamos relegado al campo de lo patológico a todos los demás estados de conciencia.
En este sentido, nuestra cultura ha desempeñado un papel único en el contexto de la historia de la humanidad. Las antiguas culturas preindustriales tenían en gran estima a los estados no ordinarios de conciencia, los consideraban instrumentos eficaces para conectarnos con las realidades sagradas, con la naturaleza y con los demás y, en consecuencia, los empleaban para detectar las enfermedades y para curarlas. Todas estas culturas han considerado que los estados alterados de conciencia constituyen una valiosa fuente de inspiración artística y una vía de acceso a la intuición y la percepción extrasensorial y, consecuentemente, todas ellas han invertido tiempo y esfuerzo en el desarrollo de técnicas para alterar la conciencia y las han utilizado ritualmente de manera regular.
Según Michael Harner, un famoso antropólogo que se inició chamánicamente en América del Sur, desde un punto de vista intercultural la visión occidental sobre el psiquismo humano está equivocada. En primer lugar, se trata de una visión etnocéntrica ya que los científicos consideran que su punto de vista sobre la realidad y los fenómenos psicológicos es superior y «ha sido demostrado sin el menor género de duda» y, por tanto, juzga a las visiones del mundo de otras culturas como inferiores, ingenuas y primitivas. En segundo lugar, según Harner la aproximación académica tradicional es cognicéntrica, es decir, sólo tiene en cuenta las observaciones y las experiencias que nos proporcionan los cinco sentidos en el estado de conciencia ordinario.
El principal interés de este libro es el de describir y explorar los cambios radicales en nuestra comprensión de la conciencia, del psiquismo humano y la naturaleza de la realidad que ineludiblemente tienen lugar cuando prestamos atención —como han hecho otras culturas antes que nosotros— a estados no ordinarios de conciencia. Poco importa, para ello, que el detonante de esos estados sea la práctica de la meditación, una sesión de psicoterapia experiencial, una crisis psicoespiritual espontánea («emergencia espiritual»), un estado cercano a la muerte o la ingestión de sustancias psicodélicas. Los detalles concretos de estas técnicas y experiencias pueden diferir, pero lo cierto es que todas ellas se refieren a un territorio profundo del psiquismo humano que todavía no ha sido cartografiado por la psicología tradicional, el territorio al que el tanatólogo Kenneth Ring se refiere cuando habla de experiencias Omega.
Nuestro interés es el de explorar las implicaciones que tiene la moderna investigación sobre la conciencia en nuestro autoconocimiento y en el conocimiento del universo en general. Es por ello que los ejemplos que vamos a presentar proceden de situaciones tan diversas como las sesiones de Respiración Holotrópica®, la terapia psicodélica, los rituales chamánicos, las regresiones hipnóticas, las experiencias cercanas a la muerte o los episodios espontáneos de crisis de emergencia espiritual. Todas estas situaciones suponen un desafío crítico a nuestra forma tradicional de pensar y sugieren la necesidad de transformar nuestra actitud con respecto a la realidad y a nosotros mismos.
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