Carl Gustav Jung, El espíritu Mercurius / En efecto, aún hoy se les relata a los niños el cuento de El espíritu en la botella ...




Mi contribución al simposio sobre Hermes consiste en el intento de demostrar que el dios frecuentemente cambiante y enmarañado no murió de ninguna manera con la decadencia de la Antigüedad, sino que continuó vivo bajo extraños disfraces durante muchos siglos hasta la época actual y mantuvo en vilo la mente del hombre con sus artes engañosas y sus dotes curativas. En efecto, aún hoy se les relata a los niños el cuento de El espíritu en la botella. En este cuento, eternamente vivo como todos los cuentos de los hermanos Grimm, se conserva la quintaesencia y sentido más profundo del misterio hermético como se ha alcanzado en nuestros días. 

Había una vez, dice el cuento, un campesino pobre. Tenía un único hijo y deseaba que estudiara. Debido a que al enviarlo a la universidad sólo le había podido dar una pequeña suma de dinero, ésta se había terminado mucho tiempo antes de que llegara el momento de dar los exámenes. Por eso, el hijo regresó a la casa de su padre y le ayudó en el trabajo del bosque. Una vez, durante el descanso del mediodía, al pasear por el bosque se topó con un roble viejo e imponente. Allí escuchó una voz proveniente del suelo que exclamaba: «¡Déjame salir, déjame salir!». Se puso a excavar y entre las raíces del árbol encontró una botella herméticamente cerrada, de la cual aparentemente había provenido la voz. Quitó el corcho e inmediatamente salió un espíritu que pronto alcanzó el tamaño de medio roble. Este espíritu se dirigió a él diciéndole: «Como castigo estaba confinado. Soy el poderoso Mercurius. A quien me libere le tengo que cortar el cuello». El joven sintió un tremendo escozor, rápidamente inventó un ardid. Así arguyó que cualquiera podría afirmar haber estado en la botella, pero que era necesario probarlo. Como prueba de ello, el espíritu se introdujo nuevamente en la botella. El joven cerró apresuradamente la botella y el espíritu quedó nuevamente apresado. El espíritu le prometió una recompensa si lo dejaba salir otra vez. Atendiendo al ofrecimiento el joven lo liberó nuevamente, por lo cual recibió del espíritu un lienzo. Cuando el joven frotó el hacha quebrada con el lienzo se transformó en plata y la pudo vender por cuatrocientos táleros. Así el padre y el hijo se liberaron de todos sus pesares. El joven pudo continuar con sus estudios y gracias a su lienzo se convirtió en un famoso médico.

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